I love: Xenoblade Chronicles X

Ha pasado tiempo desde la última publicación. Por distintos motivos vuelvo a situarme en solitario al frente de la web. Durante este pequeño paréntesis de introspección he aprovechado para saldar una de mis deudas pendientes: Xenoblade Chronicles X.

Mi historia con este juego resulta peculiar. Adquirí la versión para Wii U en 2015 pero no ha sido hasta 2024 cuando por fin la he desprecintado. Encontrar el momento adecuado y ganas para dedicarle tiempo, pues así lo requiere este tipo de experiencias, puede resultar complicado.

El feroz ritmo de lanzamientos y alternar entre catálogo retro y actual son factores que contribuyen para que tu lista de juegos pendientes no descienda. En mi caso, debo reconocer además que el rol japonés nunca ha sido mi fuerte. Sin embargo, también me considero un jugador todoterreno. Siempre me ha gustado jugar de todo.

La obra de Monolith Soft captó mi atención durante el breve lapso de Wii U sobre el escenario. La belleza del planeta Mira y el uso de mechas personalizables para explorar su gran extensión. Xenoblade Chronicles X fue uno de los juegos para la consola de Nintendo que demostraron su verdadera capacidad técnica. Todo esto actuó como un potente canto de sirena en su momento. Y ahora, nueve años después, continuaba resonando en mi cabeza.

La Wii U encendió con ese suave sonido electrónico tan característico. El disco del juego, con su borde redondeado y agradable al tacto (seña de identidad del formato para esta consola) fue absorbido con rapidez por la ranura frontal. La máquina, parecía reconocer ese momento después de tanto tiempo esperando para reproducirlo por fin.

Xenoblade Chronicles X preparaba su peculiar bienvenida. Sin embargo, no imaginaba que este juego fuera a provocarme tantos picos de emociones y sentimientos contradictorios. Durante estos meses lo he amado y odiado a partes iguales. He disfrutado la historia, su jugabilidad y el gran protagonista: el planeta Mira. Este entorno hostil de ciencia ficción ha sido testigo de mis satisfacciones y también de mis frustraciones. Estas respuestas emocionales, que en ocasiones parecían ecos de mi situación personal fuera de los videojuegos, han servido para recordar la importancia que tiene salir de tu zona de confort.

Xenoblade Chronicles X

Durante sus primeros compases estuve a punto de tirar la toalla en más de una ocasión. El diseño de las misiones, ciertas condiciones para progresar en su historia y la ausencia de explicaciones para comprender todo su potencial lo convierten en un juego difícil de sugerir. Las misiones secundarias que esconden el molesto trabajo de recadero resultan un recurso que difícilmente tolero ya en los videojuegos. No tiene sentido buscar piezas de una cafetera cuando una malvada raza alienígena quiere aniquilar a los últimos supervivientes de la humanidad. Salvo que esa cafetera encerrara el secreto para acabar con los extraterrestres. Por supuesto, no era el caso.

Xenoblade Chronicles X exige constantemente al jugador. Presenta dificultad y una curva de aprendizaje notables, algo que sin duda no es malo. El progreso reclama férreas condiciones para desbloquear cada uno de los doce capítulos de la trama principal. Alcanzar un determinado nivel, explorar un porcentaje concreto de una determinada región, completar misiones secundarias o de afinidad, etc. Todos estos requisitos efectivamente no son nada nuevo en el género y en ciertos momentos consiguen hacerse muy tediosos.

Avanzar requiere dedicación. El combate demanda conocimiento de las artes y de tus habilidades. Los jefes finales no harán concesiones y a menudo no bastará con igualar su nivel para derrotarlos. Exigirán un poco más. Todo, absolutamente todo, tienes que ganártelo y sufrirlo.

El momento para controlar a nuestro Skell resulta otro buen ejemplo. Este poderoso robot, con el que conseguimos nuevas cotas de combate y exploración, no podemos desbloquearlo hasta la mitad del juego, aproximadamente. Y una vez lo tenemos, tendremos que conseguir un dispositivo de vuelo. Dicho artefacto, como bien indica su nombre, nos permite volar potenciando la verticalidad de los escenarios. Por supuesto, también resulta obligatorio adquirir este instrumento para la batalla contra el gran jefe.

En su recta final, mi partida se convirtió en un constante farmeo de enfrentamientos contra criaturas de nivel 50. El objetivo: encarar el combate definitivo habiendo alcanzado el máximo nivel para mi personaje y el resto del equipo. Mis anteriores intentos contra el gran jefe, habiendo adquirido su misma categoría y otros niveles por encima, habían resultado vanos.

En este punto de la partida, durante dos semanas dedicaba un momento cada día para derrotar una treintena de enemigos con el nivel apropiado. Esta inversión diaria garantizaba una «rápida» ascensión al poderoso nivel 60. Aun así, el combate final me costó. Efectivamente, tampoco esperaba menos. Este ha sido el otro aspecto más cargante, «cosechar» enemigos incesantemente en determinadas zonas como Oblivia o Sylvalum para ponerme «tocho». Seguramente, completar todas las misiones secundarias también habría servido para alcanzar el máximo nivel sin esa sensación de repetición pero me parecían harto aburridas.

En definitiva, debo decir que mi experiencia ha resultado singular, puedo decir que ha terminado con un final feliz y ha justificado el sudor. He tenido momentos en los que se ha hecho cuesta arriba pero también ha conseguido que estuviera deseando regresar a casa para ponerme a jugar. Una valiosa cualidad de antaño que pocos videojuegos consiguen atesorar en la actualidad. Asimismo, su extravagante y magnífica banda sonora ha quedado grabada a fuego en mis oídos.

La sensación gratificante de haber vencido con esfuerzo cada uno de los obstáculos encontrados durante esta aventura no tiene precio. Xenoblade Chronicles X, al igual que otros grandes RPG japoneses como Dark Souls, nunca lleva de la mano al jugador. No presenta un breve tutorial para su gran maquinaria interna y su dificultad pondrá a prueba tu temple. Sin embargo, el mundo de Mira tendría que ser descubierto por cualquier jugador. Exige un alto tributo en forma de tiempo y dedicación pero sin duda ha merecido la pena.

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RUBIO

Un videojuego puede ser como un buen libro o una gran película. Siempre digo que existe un juego para cada persona. Si aún hay alguien por ahí que no se ha enganchado a los videojuegos es porque todavía no ha encontrado su juego. Cuando lo encuentras, descubres una llave que abre la puerta a un mundo de diversión y entretenimiento sin igual.

2 comments

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  1. Víctor Bombien 22 mayo, 2024 at 15:47 Responder

    ¡Que gran artículo! Pues este juego me encantó, de hecho diría que es mi favorito de Wii U y superé holgadamente las más de 100 horas en la partida. No podrías haber expresado mejor lo que representa este juego. Un abrazo.

    • RUBIO 27 mayo, 2024 at 19:48 Responder

      Hola Víctor! Qué agradable sorpresa que hayamos coincidido con Xenoblade Chronicles X. Es un gran juego, de eso no hay duda. Sus primeros pasos se me hicieron un poco pesados. Cuando la aventura estaba más avanzada también he tenido algunos momentos que se me hacía cuesta arriba. Pero estoy seguro de que en gran medida era cosa mía porque como comentaba este no es mi género. Aún así me ha gustado mucho y ese es el gran éxito de un videojuego, que llegue a conquistar a los incondicionales de un género y los que no lo son tanto. Es algo que no pasa todos los días y es digno de elogio. Xenoblade Chronicles X ofrece diversión para rato y cuando comienzas a entender y aplicar sus mecánicas lo disfrutas de lo lindo.

      Un abrazo Bombien!

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